UNA BIBLIOTECA QUE CAMINABA: LA SCOLETTA DEI CALEGHERI 👞
- Venecisima Venecisima
- 1 nov
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En Venecia, todo tiene voz: las piedras, los relieves, los muros que se descascaran con la sal. Y en el Campo San Tomà, una pequeña fachada de ladrillo sigue contando, a quien se detiene a mirar, la historia de un grupo de artesanos que hicieron de su oficio una forma de fe: los calegheri, los zapateros.

Si uno paseaba hace siglos por Venecia y escuchaba el golpeteo rítmico de un martillo, probablemente no era un herrero, sino un calegher: un zapatero. En una ciudad que se movía sobre el agua, ellos se encargaban de que nadie resbalara en el mármol. Y aunque su oficio no tuviera el glamour de los pintores o los orfebres, lo cierto es que sin ellos la Serenissima habría andado descalza.
Hoy nos encontramos en la Biblioteca San Tomà, que antiguamente fue la Scoletta de los calegheri, la cofradía de los zapateros.


Giovanni Grevembroch los retrató en su colección Gli Abiti de’ Veneziani di quasi ogni età, donde describía los oficios venecianos con dibujos y textos que los describíanl. En su texto sobre los zapateros —la “Arte Quadrupla”— los presenta como ejemplo de justicia y virtud. Porque, según él, quien sabe remendar zapatos también sabe remendar el alma.

UNA SCUOLA QUE ERA MÁS QUE UNA COFRADÍA
Los calegheri tenían su propio cuartel general: la Scoletta dei Calegheri de San Tomà (Scoletta es una escuela pequeña), en pleno corazón de Venecia. No era un taller gigante lleno de cuero y agujas, sino una hermandad religiosa y laboral, mitad sindicato y mitad grupo parroquial.

Allí se reunían los maestros, los oficiales y los aprendices para discutir precios, rezar a su patrón San Aniano, y decidir a quién se le había roto la suela… o el ánimo. Su mariegola —el libro de reglas del gremio— era casi una constitución: explicaba cómo comportarse, cuánto cobrar, y hasta cómo ayudar al compañero enfermo. Este libro es de 1383 (año de fundación de la fraternidad) y se conserva en archivos venecianos.
En resumen: la Scuola era una mezcla entre taller, parroquia y ONG, donde se cosían zapatos y también amistades.
SAN ANIANO, EL ZAPATERO SANTO
El santo patrón de los calegheri no podía ser otro que San Aniano, un zapatero egipcio que, según la leyenda, fue convertido por San Marcos Evangelista. En su honor se celebraba una gran fiesta el 25 de abril, el mismo día de San Marcos, con misa, procesión y estandartes. Aniano murió anciano y fue enterrado al lado de San Marcos en el templo de Bucalis.
La sede del gremio estaba llena de obras de arte dedicadas al santo: una Virgen pintada por Palma il Giovane, cuadros de la vida de Aniano y un bajorrelieve del siglo XV en la puerta muestra a San Marcos curando una herida al zapatero. No es una decoración gratuita: es la metáfora del propio oficio, un arte de reparar, de devolver la forma y la dignidad a lo gastado.



Sobre la puerta, tres pequeños relieves de zapatos recordaban a todos que sí, estaban en casa de zapateros.




Más arriba, otro relieve muestra a la Virgen de la Misericordia, abriendo su manto para proteger a los confratelli arrodillados. Es el mismo gesto que la Scuola realizaba en la práctica: amparar a los suyos. Si un zapatero enfermaba, si moría, si su viuda quedaba sola, la hermandad se encargaba de cubrir sus necesidades.


EL DÍA A DÍA DEL CALEGHER
El zapatero veneciano era un personaje constante del paisaje urbano. Trabajaba en un pequeño taller (la bottega), a menudo en la planta baja de su casa, con las ventanas abiertas para atraer clientes. Dentro, el aire olía a cuero y aceite, y el ruido de la lezna y el martillo marcaba el ritmo del día.

A finales del siglo XVIII, el gremio contaba con más de 1.100 miembros, distribuidos en 340 talleres y cinco ramas o “colonnelli”:
· Calegheri: fabricantes de calzado nuevo.
· Zavatteri o ciabbattini: reparadores.
· Cocholarri: fabricantes de zuecos.
· Patinari: fabricantes de suelas de madera.
· Solarii: cortadores y vendedores de suela.
Era un oficio humilde pero estable, que garantizaba comida, comunidad y un lugar en las procesiones. Cada aprendiz soñaba con ser maestro, y cada maestro soñaba con que el dux le encargara un par de botas.
DEL CUERO AL SILENCIO
El edificio de los calegheri, comprado en 1446 y restaurado en 1580, todavía se conserva. Hoy es la Biblioteca de San Tomà, pero si uno mira con atención puede ver sobre la puerta las inscripciones que narran su historia y el bajorrelieve donde San Marcos atiende al buen zapatero.


Cuando las reformas napoleónicas abolieron las scuole a comienzos del siglo XIX, la de los calegheri fue secularizada y terminó convertida en almacén, antes de convertirse en la actual biblioteca. Los cuadros se dispersaron, las reuniones cesaron. Pero el edificio siguió en pie, como una vieja bota bien hecha: gastada, pero resistente.
Hoy, quien se asome al portal puede leer las inscripciones de piedra con las fechas de 1446 y 1580, testigos de las generaciones que mantuvieron vivo el arte de hacer caminar a Venecia. En el interior aún quedan restos de frescos del siglo XV entre las estanterias de libros: un ángel, una Virgen, barcos… sombras de una historia que no se ha borrado del todo.



El espíritu de los calegheri sigue rondando por las piedras: la idea de que el trabajo manual tiene alma, y que un buen zapato también puede ser una obra de arte 👞

PUNTO 41 DE LA CAPA "PASEO POR SAN POLO"
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